Por Rober Díaz
Podemos jactarnos de ser unos hombres
pos-modernos, ¿qué es esto? Solo por ser mínimamente honesto creo que tiene que
ver con la indiferencia. Somos pos modernos en toda la medida que esto suponga
justificar el cumulo de indiferencias que llenan nuestra cotidianidad ¿Hablo por
nosotros?, claro, suponiendo que todo el que habla en nombre de conceptos
abstractos y generales habla indirectamente de sí mismo. Sartre (por poner un
ejemplo) un existencialista, en mucho de lo que teorizó a la vez de él mismo,
influyeron: cargas emotivas, prejuicios, clases sociales, que reflejó un estado
de la sociedad en la que habitó. Una sociedad que ya prefiguraba el talón de
Aquiles de la posmoderna: la inmovilidad, la desidia, el conformismo que
provoca la información múltiple pero vacía, la estabilidad económica que mata
de hambre a las minorías y con ello también ataca a la diferencia y que en ese
momento se manifestaba como un cambio deslumbrante: en movimientos feministas,
las movilizaciones anti-guerra, los movimientos estudiantiles y sin embargo,
todas estás luchas y demandas fueron a la postre integradas a las dadivas que
el estado ofrecería para nosotros sus ciudadanos y fieles consumidores. El
existencialismo, el pensamiento de la escuela de Frankfurt como corrientes
filosóficas fueron integradas a los programas que el estado en su versión más
acabada entregaría: la democracia y con ella la libertad de expresión, de libre
transito y sobre todo: la libertad de elegir entre distintos productos para
consumirlos. Estado de varias cabezas que en el mundo decide quienes son los
gobiernos viables y quienes al no serlo, significan una amenaza y los ataca.
Solo el hombre es capaz de nombrar a su
historia. No ha habido tiempos, sino hombres que coincidieron en ideas que encontraron
receptores y reproductores de estás ideas. Nuestro tiempo tiene un déficit
generalizado, no de ideas sino de pasiones, nuestro tiempo también tiene
ciertas características: ha abandonado los extremos. Porque le han dicho que
son malos, porque todo extremo distorsiona la realidad, una realidad que se presenta
ya no con las simplezas del pasado, la crueldad del sistema se ha ido
agazapando, la cultura de masas ha demostrado su fidelidad a la supervivencia: la adaptación a todas las circunstancias:
opresión silenciosa pero descarada.
Tuve la oportunidad de ver a Sandino Bucio frente a las instalaciones de
televisa, recuerdo que pensé en los manifiestos de los Infrarrealistas en 1975
y que aquella continuidad estaba siendo bien representada pues nuestros poetas
de la actualidad iban a ser mucho más radicales, al final ya había algo detrás
de ellos, poetas y un mito fundacional que iba con todo y por todo en contra
del establishment literario, me
pregunté al escucharlo ¿la poesía y la política pueden ser una misma cosa? Seguramente
no, a la política le falta conciencia para tocar a la poesía, pero la poesía
puede transformarse en política cada que quiera y ponerse por encima de ella,
para hacer lo que mejor hace: crear belleza desacatando lo establecido…
En un contexto en el que el estado de lucha es un estado en franca desaparición, en la que
los movimientos sociales comienzan para partirse y no multiplicarse sino
dividirse hasta anularse, gracias a la creatividad de las agencias de
publicidad, las religiones y los discursos políticos dedicados a alabar la
fuerza motora del individualismo, el poeta que viene, no tendrá como única responsabilidad el verso,
sino también la ubicación combativa de éste. Los años que vendrán serán una
etapa de transición en la que los poetas deberán librar su gran batalla,
batalla por la no extinción. La palabra poético comienza a abarcar asegunes que
antes creíamos estaban destinadas solo a hablar de los románticos, de los locos
bohemios. Poético puede ser la explosión en partes del terrorista, la querencia
del joven revolucionario que se va a la selva porque sencillamente la guerrilla
urbana, la revolución en las ciudades está por antonomasia perdida, ha sido de
muchas formas erradicada. La figura del poeta ha descendido más de lo que
creemos al subterfugio de la clandestinidad, se ha fijado dentro de móviles en
los que la locura pero sobre todo la imposibilidad son los que cobijan su
estancia como una clase de artistas sin un territorio fijo.
La subsistencia de la poesía se dará
frente a los medios de comunicación y la estandarización de los conceptos y las
palabras. El poeta que deja de ser maestro y sale de las universidades pues el
verso también es movimiento pero por encima: acción.
Una poesía que no crea acción en las
ideas de las demás personas es una poesía enunciativa, necesaria sí, pero
dentro de un contexto con tan poco movimiento y propuesta: atentado contra esos
pedazos de sociedad que llegan a las calles a manifestarse.
Yo Soy 132 movimiento sui géneris en muchos sentidos, no solo en su
organización interna, sino en las metas
que como movimiento se planteó arrojó nuevas formas de expresión; indudable que la fuerza de las
demandas de sus integrantes, la necesidad de su presencia dentro del raquítico
panorama de querellas que la sociedad puede pedir a un gobierno en franca
descomposición, impulsó, un cambio en el discurso. Hoy presentamos a un poeta, Sandino
Bucio, salido del Yo soy 132 que debía repetir para denunciar, que debía
enunciar acuciosamente para demostrar el oprobio que los medios de comunicación
hacen en consumidores televidentes. La poesía de Bucio sale de los discursos
políticos y los contradice, pues aunque busque la esperanza y la acción de sus congéneres
en actos llamados a la poesía, no lo hace por el simple cambio social, sino lo
hace por el cambio de actitud a quien pretende llegar. La poesía como una
acción poética más que como una acción de la belleza. Los versos de Sandino,
viajan de la metáfora a la materialidad que insinúa, son pues una enunciación
que llama a desobedecer bella y conscientemente.
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