jueves, 15 de marzo de 2012

El eros en la boca del poeta

Por Omar Soto Martínez

El primer impacto viene con el asertórico título del libro, Al-eros es palabra que se bifurca al erotismo y al contexto del alero como marco en el escenario del mundo. El libro de Mario Islasaínz es un poemario enhebrado con recios epígrafes de Cesare Pavece mientras que de fondo seduce por comisuras calderonianas [Pedro Calderón de la Barca] desplazándose del Gran Teatro del Mundo a La Vida es Sueño, en donde, sin mayor preludio, los amantes son seres que se arrojan al interior de un pathos de vibración erótica.

Al-eros resulta ser un poema diáfano. Con la impronta de su lectura es fácil absorber la materia erótica que exuda. En leídas consecutivas se amplía el panorama que obliga a pasar del erotismo binario mujer-hombre hacia símbolos, referencias, entre-cruzamientos, atajos y construcciones sobre el tema del erotismo, sobre la experiencia erótica del autor y su evidente devenir en literatura, experiencia-reflexión-deseo que son y sobreviven por escrito porque se hacen desde la escritura.

La pregunta sobre el sentido que Islasaínz le aporta a la escritura y la misma ecuación en sentido inverso, resulta impostergable. Será amable auspiciar mi atisbo y referir a posteriori, como lector de Al-eros, que su escritura es un ejercicio por confrontar la barrera entre ser escritor que se vierte en sus escritos y ser un escritor cuya preocupación es en parte pensar-usar-posibilitar la escritura como una razón para habitar la misma escritura, es decir, no sólo un campo en donde se vierte cierta experiencia y esta se torna lúcida con el uso de la sintaxis, sino un espacio en el que es posible hacer la misma experiencia y re-utilizar la sintaxis con y para el cuerpo en el que no es fácil diferenciar si este dialoga o escribe.

El libro de Islasaínz, escrito en un tono monologante, es por su la lateral un libro en el que esa voz unicelular es germen del mundo que percibe al interior de su escritura, su tono es dialogante consigo mismo. El sueño nos da la primera pauta de lo anterior, en su interior, contrarío a los símbolos que tanto gustan al psicoanálisis tradicional, no es el erotismo una bestia incontenible hambrienta de sexo. El sueño-escritura habitable del autor es un lugar que aparte de añoranzas, paisajes idílicos, deseos y temores, también es sitio desde el cual es posible la reflexión y esta no es simplemente sobre el erotismo sino desde los puntos en que ese erotismo sucede, es literatura que parte del erotismo para hacer puerto en el cuerpo que habita la escritura. Lo que la misma literatura postula como experiencia pero sin ser del todo el autor quien la habita. Posibilidad y construcción.

Les invito a imaginar una cuerda floja suspendida sobre el vacío y en ambos polos de la cuerda los sitios en los que esta se sostiene a lo concreto. Los puntos fijos son el paradigmático sistema binario de los cuerpos que se atraen, el erotismo es la cuerda floja. El problema es que el erotismo está allí donde mi yo no puede estar, para estar allí mi yo tiene que dejar la zona segura, tiene que dejar de pensar en el erotismo para entrar en él, al mismo tiempo allí está Bataille diciéndonos que el erotismo es salir-de-sí.

Esta ilustración se refiere al proceso que Islazaínz propone en su poema. El erotismo es lo que nos une pero también es la distancia que nos separa. El autor se pregunta ¿quién está más lejos de quién?, esa lejanía también es la cuerda floja que separa. Al-eros es un poema que invita a habitar el rigor de la cuerda como un condenado a la horca, como un condenado al erotismo o como un extraviado que no suelta del hilo de Ariadna, los cuales sin embargo intuyen que esta pasión tarde o temprano terminará y que uno tiene que regresar al punto concreto. Huí profundo hacia mi tierra:/ recostado sobre la cama/ pensé en las distancias/ y la risa brotó espontánea./ ¿Quién está más lejos de quién?
-escribe Islasaínz.

Muchas son las ocasiones en las que al presentar un libro existe la necesidad, la urgente ansia de desvariar en público, de desenmascarar al libro o al escritor, la necesidad de referir a uno a un plano psicológico y a otro a un contexto literario. Prefiero perfilarme a lo que encontré en el libro en vez de encontrarle un lugar al libro porque antes que el epítome de analista, o ensayista, o crítico, soy un lector.

Y como lector de Al-eros me entusiasma encontrar en él metáforas que sorprenden porque son trepidaciones abruptas en la plataforma-escritura de la que Mario Islazaíns se apropia para hacer la literatura de su erotismo. Son esas conexiones sintácticas y simbólicas las que hacen del poema-poemario una literatura en sí misma que continua en la propuesta erótica de Bataille, hay que salir de sí. En este poema-poemario hay que entrar en él, cruzar el alero. Invitación para salir de la experiencia y entrar al terreno de la proyección. Por más temores que en él se escondan es el sueño terreno de posibilidades, desde la antigüedad, desde romanticismo hasta el surrealismo.

El mismo sueño es posibilidad y en consecuencia realidad. Calderon de la Barca propone en La Vida es Sueño, si la vigilia y el sueño duran lo mismo ¿cómo podríamos distinguir la realidad y el sueño. Un par de versos extraídos de Al-eros irrumpen este silogismo: Rezumba mi interior/ que de tanto vivir ya no duerme.

Se puede objetar con alguna dosis de razón el -qué nos importa la experiencia erótica del otro, -por qué sería relevante leer el erotismo ajeno, sin ser respuesta tenemos como evidencia que en realidad es casi irrelevante la experiencia que no es propia. El dicho reza que nadie escarmienta en cabeza ajena y si se trata de erotismo es mejor experimentarlo. Al-eros, insisto en que parte una experiencia erótica para eyectar una reflexión sobre el eros desde el terreno de la literatura.

Claro que toda literatura es una experiencia, pero lo importante aquí es cómo escindir de ese yo, el-autor, para construir algo más que la típica y aburrida narración de una experiencia erótica. Más relevante es construir en la literatura un objeto de deseo al cual la experiencia propia se quiera dirigir o a la cual quiera emular. De alguna manera Mario Islasaínz lo ensaya en su libro.

El tema del erotismo es antiguo como pretérita es la dicotomía entre Eros y Tanatos. El autor posterga lo más posible el tanatos, porque, intuyo, sabe que el eros no es posible sin seducción, sin un soberbio o fino coqueteo, de eso se encarga la escritura y son esas las acciones en las que el autor es abrupto con las metáforas que interrumpen en la plataforma de su escritura. Metáforas que bordean al autor, a la literatura y al tema. Sitio-metáfora del lector porque él no entra a la literatura por el libro en entero sino en las zonas en las que el lenguaje se sacude. Termino con unos versos umbrales de Al-eros …como un vaso comunicante/ me deslizo por la arterias cortadas:/ rebanada carretera sinuosa,/ cuerpo de víbora en loca carretera.

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