jueves, 29 de marzo de 2012

La poesía de Guerrero en Erasmo Nava Espíritu


Por Adriana Tafoya

Es la poesía de Guerrero una de las que ahora está dando de qué hablar. Sobre todo la generación de poetas nacidos en los 70, y quizá un par de autores de los 60. Las guerrillas, la violencia inherente en la convivencia social, así como la reciente idea gubernamental de etiquetar como “guerra contra el narcotráfico” la iniciativa de militarizar “policiacamente” México, son elementos que han vuelto esta zona, que es conflictiva desde siempre, un lugar natural para el desarrollo de la poesía.

Los poetas que escriben dentro de este Estado, que hace honor a su nombre, Guerrero, son abiertamente críticos de sus gobiernos, de sus gobernantes y de la ruina que envuelve en mucho la conciencia de sus habitantes.

La danza mortal de las palmeras, de Erasmo Nava Espíritu es parte de ese espíritu combativo, y aunque Erasmo nació justo en el año de 1950, dentro de una generación poética que en la República Mexicana está ya muy definida por los que ejercitan este oficio desde muy jóvenes, Erasmo es también un poeta que busca el modo de revelarse, de mantener su inconformidad latente, y en dado caso, ser cronista de eso que alcanza a ver como un agravio para su pueblo, para su gente. Ejemplos de este tipo de poesía, de esta forma de escribir desgarrada, son poetas que de alguna forma por su juventud podrían ser el eslabón siguiente de la poesía de Erasmo Nava, y que entre otros, podemos nombrar a Víctor García Vázquez e Iván Cruz, que si se les lee con detenimiento, es innegable que tienen un acercamiento a las formas y una empatía muy cercana con Erasmo Nava Espíritu. Y sobre todo la similitud que comparten con él se encuentra en el momento de abordar la temática el amor, que aunque lo hagan disimuladamente, desde una perspectiva social, en el fondo de sus conciencias también al igual que Erasmo, son románticos que por sobre todas las cosas creen en el amor y en el concilio de toda la vida con su pareja, parte primordial de su vida. Y al igual que el poeta del que en este momento escribo, se unen al dolor de su rededor, de las mujeres y niños de todo el mundo, personificados en los seres que están vinculados a su vida, sea de manera directa o indirecta.

El trabajo social de Erasmo Nava Espíritu es importante para el desarrollo de este libro, pues es la población de las comunidades que le han rodeado, las que son fuente y materia prima para el conjunto de poemas que dan forma a su tercer libro, que por el título, bien podría parecer una alusión a Las palmeras salvajes, de Faulkner, pero que nada tiene que ver con éste, sino con la tala “inmisericorde” de un símbolo vivo para los habitantes de Mochitlán, su pueblo, y que se vuelve una especie de elegía crónica en la que Nava lamenta tal suceso, y todo “a ras de suelo”, que es un modo de decir: que la tragedia y catástrofe suele suceder, como sucedió, frente a los ojos de todos, sin que nadie tomara un palo, piedras, o palabras para ir a pararse delante de las palmeras simbólicas del atrio de Mochitlán, y que las máquinas no les destruyeran ese “pequeño paraíso” que durante décadas había no sólo ornamentado el sitio, sino que era su corazón verde, sus pulmones.

Me parece que la poesía de Erasmo Nava Espíritu guarda esa esencia de la generación de poetas modernistas, que vivía en la bohemia poco antes de desatarse la Revolución, a principios del Siglo XX. Gutiérrez Nájera seguro le hubiese dedicado alguna crónica en su libro de “oficios de los mexicanos”, o Amado Nervo hubiese brindado con él, mezcal guerrerense en mano, para unificarse en torno a la visita burlada de la muerte. Se hubieran dicho: el tiempo no espera a nadie, mientras escuchaban el canto de pájaros urbanos. Efraín Huerta vendría naciendo, y seguramente hubiese leído de reojo en su futuro, alguna hoja perdida de este poeta poco conocido, pero que se mantuvo en pie de lucha en el campo de batalla de la hoja en blanco mientras duró su vida. Nava Espíritu sería una curiosidad dentro de un librero. Sin embargo le tocó nacer en la segunda mitad del siglo pasado, y ahora se enfrenta a una modernidad que en plena decadencia, exige del poeta otros modelos para armar, y desdeña en mucho, ese “amor ciego” a la vida, al “humanismo” de los poetas y periodistas venidos del siglo XIX. Esto vuelve a la lectura de La danza mortal de las palmeras un viaje en el tiempo, y nos hace sentir en un café donde todo parece obvio. Y si los pájaros vuelan, no está de más decir los pájaros vuelan. Y si el mundo se ve hermoso mientras de despedaza, no nos cabe duda en esperar, de tener la esperanza de que el Mundo algún día cambiará.

Esa es la actitud de Erasmo Nava, con un espíritu necesitado de que la guerra, por incomprensible que sea, acabe. Que los hombres dejen de matarse entre sí, y que sobre todo, dejen crecen los árboles, que no los desprendan de su madre tierra. Un autor que con valor mantiene la pluma activa, y que no teme las inclemencias del tiempo. Por eso felicito a Erasmo Nava Espíritu, y le deseo lo mejor para su libro. 







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