jueves, 25 de junio de 2009

Sobre "No hay letras para escribir tu epitafio"

En la mesa, Adriana Tafoya de pie, Mónica Suárez, Andrés Cisneros, Hugo López Coronel, Miguel Ángel Andrade y Víctor García Vázquez.

Por Hugo I. López Coronel

“El olvido está tan lleno de memoria que a veces no caben las remembranzas y hay que tirar rencores por la borda. En el fondo el olvido es un gran simulacro, nadie sabe ni puede aunque quiera olvidar…”
Jorge Luis Borges

Cuando el hombre dejó de escuchar lo que las cosas tenían que decirle, empezó entonces a exigirles que se plegaran al lugar que les señala su discurso de hombre. Las cosas, han dejado de tener un sentido intrínseco y se mimetizan en el delirio elocuente de la razón, que desata el proceso de los tentáculos del lenguaje, y éste lucubra la imagen del mundo, y devora, transformado en mirada, el entendimiento de lo que llamamos vida.

“¿Qué somos?” Si no hay letras para escribir tu epitafio. ¿Se puede dudar de la emancipación humana en el momento en que nos asumimos como artífices de nuestro propio discurso?, recuerda, “porque si jalas este alambre el mundo colapsará a tus pies”. Poema de la oscura parábola: el yo está en guerra. Y no es más que una ilusión que lucha por sobrevivir, la ilusión cree ser nosotros. Cree ser Yo. Ser Tú. Un fantasma enfermo emerge del Sepulcro con tres piedras, ronda al hombre, pisa la primera y envejece hasta volverse polvo, en la segunda piedra un opaco esfuerzo de la mente lo guía, lo hace maquilar ideas de bienestar, de paz, de serenidad; la razón para orientar al mundo hacia lo verdaderamente grande, hacia lo verdaderamente justo; es el ideal constante de lograr una humanidad más perfecta “porque hay dedos que blanden la carne para que la muerte nos recuerde; deambulo, sin rostro, entre signos lejos de la materia”.
En el campo del estudio literario la renovación de la crítica es funcional a un primer discurso (la obra, objeto en el cual se explora e investiga); de igual forma, se constituye y es reconocible en la medida que llega a ser en otro objeto, es decir, otro texto. Conveniente es añadir a lo anterior que su forma específica de producir conocimiento resulta de la teorización que, acerca del discurso, se hace como objeto de estudio (el meta-discurso), y ello ha aportado métodos y componentes teórico-conceptuales, resultado de los estudios retóricos sobre el lenguaje, lo que promovió que una forma discursiva se constituyera como expresión autosuficiente, excediendo el campo literario al proyectarse también hacia otras ciencias. Existe el dogma de que la ciencia es la tarea universal, el intento del hombre por explicar los fenómenos de la naturaleza, de la vida; es, se asevera, la conexión sistemática de los hechos que se expresan en leyes, y que estas leyes están elaboradas como resultado de una observación atenta de los mismos. Por esto se define la ciencia como la conexión sistemática de los hechos, que no es otra cosa que la tarea universal a la que el hombre dedica su existencia… Pero, el poeta aún pregunta por el sentido intrínseco de las cosas, pero el poeta no habla con la voz del artificio científico que escucha el hombre, porque el hombre ha olvidado lo que las cosas dicen. “¿Tan básica es la mente?” Diré que sí, porque “es tan elemental como una hoguera”. ¿Es tan débil el pensamiento que se rinde ante lo muerto?” Sí, porque la vida es tan necesaria para morirla. El Poeta, “no escribe la voz en un refugio del fuego ni lo ofrenda para un espejo”.

Las visiones del mundo, es decir, los artificios con los que materializamos todos nuestros mundos posibles, la llamada “realidad”, son posiciones de voluntad que se basan en decisiones existenciales. Esto significa que el mismo existencialismo que permea la construcción crítica no es más que otro artificio más. Y luego, “despiertos ansiosos de dudas, hambrientos de preguntas extrañas los huesos del hombre se levantaron un día y decidieron firmar su carta de muerte, escribiendo en las paredes del mundo no se dejen engañar, vivan, lo aparente del tiempo no es verdadero”… porque para el Humano, afirma Simone de Beauvoir, significa remodelar la existencia. Vivir es la voluntad de vivir. En virtud de que el discurso crítico es una manifestación que se expresa en contextos temporales e idiomáticos precisos, nuestra reflexión nos lleva a considerar la fisonomía del crítico como autor y la crítica como una práctica en la que también hay marcas personales de escritura.
Hugo López Coronel durante su ponencia.

No hay letras para escribir tu epitafio, es la sentencia mortificada que nos instala a través de su escultura lingüística en la negación del artificio humano más poderoso, la palabra escrita. Sello que titula esta publicación de Andrés Cisneros de la Cruz. En ella, como viandantes cotidianos y comunes, nos inaugura en el escenario con una mirada escrutadora e impasible, donde cada aspecto de la interacción entre las imágenes que sus artificios gráficos provocan y las realidades que puedan existir, nos conducen a intentar negociar la posibilidad de una propia realidad, en torno a la sensibilidad desde un repertorio de un mismo laberinto, también posible es llamarlo gueto, es decir, –la inevitable ferocidad inherente en la conciencia de la realidad-. En la materia de su no palabra escrita, los cuerpos poéticos cincelan Eras que se desbordan en un continuo de realidades lingüísticas, pero maniatadas a otra que quizá no será porque ahora está siendo. Su no palabra escrita, que como instrumento de interacción nos conduce por el entretejido que se esconde de la simple vista y hace emanar el Poema de “la oscura parábola, sepultado bajo tres piedras”, ofrendas para un espectro donde “el cirio despide amargo humo que murmura la palabra inmóvil”, e inmóvil “el equilibrista medita en la fractura de las ideas”. La Palabra está exiliada de la memoria porque el hombre dejó de escuchar. No hay letras para escribir tu epitafio porque “la muerte, parecida a la noche, dicta la bitácora con puños de tierra”. Y si pudiéramos las fallas a contracorriente, tal vez el final de despedida nos propondría volver a empezar bajo la sombra del poder instaurado a la izquierda de la dualidad del universo.


En términos amplios, un discurso crítico tiene como contexto ese espacio temporal “artificio desde otra mirada”, y en consecuencia, constituye una referencia significativa en un periodo preciso en la visión del artificio totalizador llamado cultura. Ayn Rand ha sostenido que “el arte es una recreación de la realidad según el criterio metafísico del artista. Entonces una obra artística no requiere ni tolera un prefacio explicativo. Es un universo auto contenido e independiente de cualquier comentario que indique al lector cómo entrar a él, percibirlo o reaccionar”. Para Óclesis la expresión “artificio” si bien podría ceñirse al predominio de la elaboración artística sobre la naturalidad, realiza un giro epistemológico para considerar que el arte no sólo funciona como artificio estético, sino como una tierra fértil para elaborar una especie de sugerencia para que, de acuerdo a la responsabilidad social como grupo cultural, la sociedad encuentre un arte propositivo, alternativo, refrescante y congruente (Óclesis, 2009).



No hay letras para escribir tu epitafio, obra poética de Andrés Cisneros de la Cruz, presentada en Casa del escritor, ciudad de Puebla, 12 de junio de 2009.

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