sábado, 20 de marzo de 2010

Jauría

por Angélica Santa Olaya
Texto leído en Hostería La Bota el pasado miércoles 17 de marzo.

Me dijeron que tenía que ir a una pelea, así que vengo preparada con algunos guamazos poéticos en defensa de la Jauría de Javier Gaytán. Guamazos que no fue muy difícil encontrar porque Jauría ni siquiera necesita defensores puesto que la poesía de Gaytán se defiende sola.

Comenzaré por citar algunos versos capaces de noquear a cualquiera dispuesto a aguantar alguno que otro fregadazo de la vida con tal de vivir. Y para eso, claro, hay desatar el nudo a las emociones con todos los riesgos que eso conlleva:

- “Con mi quebrantada pupila cabalgo sobre el lomo del fuego…

- “Una espina transparente se clava en mis uñas como si fuera un reloj para los huesos”.

- “La lengua de la orfandad recorre el polvo de mi sueño”.

- “Traigo un rumor de calaveras en mis zapatos nuevos… el sinónimo del trueno en la garganta y la confusión de los sueños que despierta epitafios en las venas”.

- “Al caminar / una centella de urracas golpea sobre el alba la incestuosa fecundación del polvo.”

Ahora los argumentos para analíticos academicistas. Encuentro, sobre todo, Libertad, una apertura sin cortapisas por parte de la voz poética que se permite convertirse en lo que sea necesario con tal de decir lo que se tiene que decir: niño, niña, Dios, hombre, mujer o bestia. El mismo Dios que abre la puerta de la jaula es un ser libre que lo mismo hace milagros que odia y fornica.

Hay, también, una poética del cuerpo (piel-senos-labios-piernas-sexo-vagina-clítoris-falos-uñas-ojos); un campo semántico que permite concretizar la intención del poeta trayendo a la realidad la poesía que surge en el ámbito de la abstracción habiendo sido originada por la realidad concreta. Un círculo perfecto que posibilita la existencia de la poesía y su aprehensión. El ciclo de la experiencia que se convierte en aprendizaje y paradójica palabra gozosa y lastimera a un tiempo. El poeta realiza un viaje redondo con boleto de ida y vuelta.

La “Jauría” de Gaytán contiene imágenes de una fuerza insoslayable; a veces, incluso, surrealistas. Requisito éste indispensable de la poesía de acuerdo con los cánones más estrictos: “De la gruta subterránea de mis labios cuelgan despechadas arañas de una madre que enumera sus cartílagos” o “Un ejército de abejas taladra el polen de mi sexo”. Quien diga que no ha visto algo al escuchar estos versos es porque está sordo. Asimismo, hay una fuerza en el manejo del lenguaje: “No, no he vivido… sólo soy la huella de un disturbio” o “Áspid… en tus caricias temblorosos homicidios”. Estas dos fuerzas, unidas a una escatológica ternura que se desplaza entre los extremos más extremos provocando, al mismo tiempo que repulsión y quizá gracias a ella, una ternura que devela la sensible fragilidad del poeta. Un oxímoron emocional y sensorial en el que el lector se ve también envuelto. Este viaje de uno a otro y a través de los extremos no es fácil de lograr: “La perra ahorcada nubla la plenitud de arena / cada vez que la realidad corta de tajo su equilibrio de muñeca”.


Gaytán no pretende ser un poeta maldito; es un hombre que se reconoce perro y al mismo tiempo un Dios que se reconoce Serpiente y eso lo deja muy claro desde la primera página. Es, simplemente, un poeta que se sentó a la Belleza en las piernas y la encontró, también, amarga y está construyendo un estilo propio para expresar, en total Libertad, sus hallazgos con la Vida y la Muerte. El uso de esa Libertad le permite utilizar elementos que, a pesar de su “fealdad” enfatizan la Belleza de la expresión y la profundidad del sentido. La Belleza de “Jauría” está, precisamente, en su libre caída hacia el fondo del barranco para salir, embarrado de lodo, pero respirando y contando lo que ahí se encontró.


Finalmente, Gaytán, al presentarnos algunos sonetos en su “Jauría”, muestra que la rima no es una enfermedad poética sino un respeto por los orígenes necesario para poder avanzar el cual se valida, sobre todo, al ser contemporizado y recreado. El uso del soneto por parte del poeta habla de un respeto a su origen y a los lectores al señalar que transgrede la regla porque la conoce; no por un capricho retórico. Y es, también, la memoria que permite al poeta mantener la música en el verso libre que, finalmente no es tan Libre como se cree porque debe preservar el ritmo; uno de los elementos esenciales de la poesía, de acuerdo con Tagore, junto a la imagen y al manejo extra-ordinario del lenguaje que ya mencioné. De modo que el verso libre tiene, quizás, más cadenas que la rima porque se trata de una Libertad Encadenada en palabras de Saúl Ibargoyen. De hecho, los sonetos de Gaytán no están estrictamente apegados a la forma clásica por lo cual llevan el sello propio del autor rebelde, pero respetuoso de la memoria imprescindible a todo el que desea caminar por los intríngulis de la poesía sin soslayar las huellas de otros, pero con sus propios zapatos nuevos, aunque el viaje inicie con un “rumor de calaveras”. La poesía es libertad y riesgo. “Jauría” es una muestra de ello.

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