Delirium Videns, de Miguel Lecumberri
La obra que presentamos esta noche, está tejida en un ambiente onírico, cinematográfico y apocalíptico que sin duda dejará huella en el lector.
Desde el título y la portada, nos enfrentamos a un poemario que evidencia desde sus orígenes una marcada intertextualidad con las referencias grecolatinas, la hipercultura del autor, el cine, y una atmósfera oscura y sombría que en ningún momento cae en soluciones fáciles o positivas.
El texto exige que el lector traiga un bagaje cultural para seguir el viaje propuesto por el autor. Nos encontramos ante una obra que demanda la participación y el compromiso del lector, o mejor dicho, del decodificador de la obra.
Delirium Videns, delirio visual, es todo un proceso iniciático compuesto por tres etapas; en la etapa preparatoria tenemos el llamado a la aventura, al cambio, mediante la cinta Dead Man, del director Jim Jarmusch. Un poema bien logrado que alude constantemente a la cinta de la que nace, pero también se remite al viaje que el yo lírico, o más precisamente, el ser a quien el libro está dedicado, así como el lector, harán tarde o temprano. El viaje de la muerte, imposible de esquivar. Cito:
“Caronte me conduce por tus venas hasta el puente de espejos turbios, sus palabras son nada y contienen la verdad como un cáliz vacío”.
Encontramos un juego de espejos que reflejan multiplicadas las influencias de la película en el texto. El Descenso al infierno descrito por William Blake, básicamente en uno de sus libros “El matrimonio del cielo y el infierno”, proverbios dichos por el indígena Nadie en la cinta, y cuyo discurso aparece en el poema. Cito:
“Yo soy Nadie, el poema destruido por el peso de las palabras que no contiene”.
En “Los siete sellos”, se define un ambiente apocalíptico que Miguel Lecumberri supo imprimir gracias a la fuerza del lenguaje y las imágenes poderosas:
“Todo está infectado, el iluso despertar es otro martirio, los ángeles fuman crack, tratan de ignorarnos, los aullidos, la peste”.
A estas imágenes profundamente desesperanzadoras, el autor aúna la primera persona del plural, para así incluirnos a todos en algo que bien podría ser el fin del mundo. Si en la película, el manejo de la simbología se orienta a representar la búsqueda del hombre por encontrarle sentido a la vida, en el texto de Miguel Lecumberri todas las imágenes se encaminan a representar el sinsentido. Cito: “El llanto del recién nacido es infecundo, una música enferma”.
En “Zelig”, hay un conflicto sobre la identidad, cierto desplante de cinismo, y una mirada de desolación y hastío se cierne sobre el mundo. Otra vez el manejo del plural, que nos incluye a todos en el desencanto. Zelig, en la cinta de Woody Allen, es un hombre que tiene la capacidad de cambiar su apariencia adaptándose al medio en el que se desenvuelve. En el texto, todo es una “caricatura del disfraz”. Persona significa “máscara”, entonces, todos nos superponemos disfraces para ocultar nuestra esencia. Nos escondemos de la mirada del otro, porque somos otro.
En Prospero’s Books, la referencialidad griega se ve intensificada, así como un barroquismo pleno en emanaciones clásicas en las que aparecen Calíope, Ares e Ícaro. Pero lo que llama poderosamente la atención es el siguiente verso que remite a Borges: “El océano persiste en su inmemorial intento de hojear este libro de arena”.
Quien leyó el cuento del autor argentino recordará que el nombre de El libro de arena es tal, porque “ni el libro ni la arena tienen principio ni fin”. Tal vez esa sea la materia de la que está compuesto Delirium Videns; una estructura, lenguaje y características que lo hacen único, pues permiten leerlo una y otra vez con la sorpresa y el desasosiego inicial.
En A Clockwork Orange, estamos en la etapa central del proceso iniciático. En la película, hay una muerte simbólica, y también un renacer…. de vuelta al lado oscuro. El título remite a las respuestas condicionadas del protagonista a las sensaciones de maldad, mismas que limitan su libre albedrío. Esto se ejemplifica con claridad en el texto de Miguel Lecumberri. Cito:
“Sobre el arco de lo que simula tu placer y te provoca asco tu reflejo obstruido por la muerte en el espejo”.
Por medio de hermosas y oscuras analogías, se puede apreciar el grito que es “el horror del mundo para siempre” pues acaso ¿no es una “hermosa máquina de sufrimiento” la imagen perfecta de nuestra sociedad en descomposición?
Kadosh, por su parte, es un texto poético y pleno, una mirada fresca que reivindica el amor, a pesar de que “lo desconocido se ha convertido en la explicación rutinaria”.
Recordemos que Kadosh, película de Amos Gitai, es una película bella, pero también es una de las críticas más cáusticas al conservadurismo religioso judío, en la que el amor, como visión occidental al menos, queda excluido. Sin embargo, el amor se da, y se maneja de una forma etérea y contemplativa que en el poema de Lecumberri alcanza nuevas alturas. Cito: “tu cabello es un banco de peces que nadan entre rosáceos corales surtidores de los néctares del fuego en que abrevan las estrellas”
¡Y qué metáfora más bella y simbólica la que cierra el poema! :
“tu cuerpo es la otra alianza, la forma en que el orden se desmiente”
En Delirium Videns la idea de movimiento está siempre presente, como una ola que acompaña el vaivén de los versos. Esto es particularmente cierto en Dead man, en Prospero’s Books, El Espinazo del diablo, y por supuesto, Lost Highway. Así mismo, el tema del viaje sin retorno, nos recuerda a Ulises, el viajero por antonomasia, pero con un final distinto: aquí el regreso es imposible. Cito:
“y las sombras se tienden formando el camino de vuelta a donde es imposible regresar”.
También Ícaro aparece, y es otro personaje de la mitología griega que no sale bien librado de su viaje hacia la libertad.
El viaje al que nos invita Miguel Lecumberri concluye con el surgimiento del nuevo hombre, perfectamente representado por Lost Highway, pero el hombre que surge es producto de la culpa, de Eros mezclado con Tánatos de tal forma que ya no podemos apreciar la diferencia. Cito:
“me hundo, tus muslos rígidos como dos troncos de reluciente ébano
se desploman, tu voz escapa como una alondra malherida
hacia el reflejo que el amor proyecta en tu muerte”
Como se ve, el viaje no se resuelve satisfactoriamente; al contrario, la angustia y la muerte se toman de la mano en este ascenso al caos al que nos invita el autor de este libro del cual podría decirse que sigue los pasos de Baudelaire o del Conde de Lautreamont.
Dejando de lado los posibles gustos de un hipotético lector, lo cierto es que este libro está destinado a sacudir a aquel que lo lea; su fuerza expresiva, su oscuro poder basado en una imaginación poderosa, incisiva y lúcida, sus versos de largo aliento, metáforas asertivas y desconcertantes, amén la dura crítica social que fluye en el intertexto, dejarán perplejo a cualquiera.
Jade Castellanos
18/julio/2008
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