martes, 10 de julio de 2012

El zombi, o la trascendencia del arquetipo masculino a principio del siglo XXI

Por Andrés Cisneros de la Cruz
Óscar Escoffié presentó el libro de Mendoza. 

¿Qué son los modelos de existencia, sino trajes, máscaras, figuras preparadas para echar a andar y apoderarse de quien les invoque? ¿Qué son los ídolos, los rockstars, las figuras de lucha, de la resistencia, o los llanos líderes del mundo, sino pautas para que la juventud, o la sociedad rasa, los emule.Un zombi, según Wikipedia, (en ocasiones escrito erróneamente con la grafía inglesa zombie), es, originalmente, una figura legendaria propia de las regiones donde se practica el culto vudú. Se trataría de un muerto resucitado por medios mágicos por un hechicero para convertirlo en su esclavo. Por extensión, ha pasado a la literatura fantástica como sinónimo de muerto viviente y al lenguaje común para designar en sentido figurado a quien hace las cosas mecánicamente como si estuviera privado de voluntad. A partir de que el término está emparentado con kikongo nzambi, que significa dios, podemos asumir también al zombi, como el esclavo de dios.


Juan Mendoza durante la presentación en el FCE 2012.

En el primer cuento de Anoche caminé con un zombi, Juan Mendoza, nos anuncia, y enreda, en un viaje que realizará, en vez de la mano de Virgilio, del mano de El Ratón y el Ray, por los inframundos de la inconciencia etílica por la cual pasa todo hombre en busca de su Beatriz (o mexicanamente, su Frida), siguiendo la dulce vida de Dante. Historia humanista, que en plena decadencia posmodernista sigue persiguiendo a sus biznietos, en séptimo grado, ilegítimos familiar que sobreviven en este México que tal vez tengan poco que ver con ese viaje universal. O quizá todo, depende en qué parte del viaje se encuentre el zombi, en busca de su ser.


La muerte del padre, como una tragedia que libera es con lo que da inicio a la historia, y lanza pies por delante, a nuestro antihéroe, que renuncia súbitamente a su trabajo, mandando al carajo a su jefe y todo lo que le rodea, para así, buscar en el más allá, a su padre, que ha atravesado ya, el río de la mano de un Caronte bigotón como Zapata.


Estephani Granda contextualizó el trabajo editorial 

¿No es el mundo una especie de guardarropa donde dos ojos sin cuerpo, como en la clásica serie de Pacman, van y se calzan un traje fantasma, que les da presencia, que no identidad, para luego ser tragados por el señor pastilla, el radiante devorador? ¿No es esta la historia con la cual creció la generación X, repetida en múltiples medios, fueran musicales o televisivos?La cultura, ejercida a través de caricaturas, noticieros y una parafernálica saga de juglares rocanroleros, en los años 80-90, fue una etapa crucial para determinar el modelo posmoderno de hombre que se “necesitaba” para el desarrollo sustentable, y equilibrado, del futuro, y por supuesto, ceñido de acuerdo a los criterios cósmicos de las mesas redondas de dichos cantores. La percepción posmoderna del zombi, monstruo de la época, que ha pasado de ser terrorífico a ser inofensivo, incluso  domesticable, y más útil que un perro. Basta recordar tres películas (entre una infinidad de ellas) para  tener una idea de esto; la legendaria de Peter Jackson, Tú abuela se comió mi perro; una comedia zombi de reciente producción: Fido, en español, Mi mascota es un zombi, y la clásica Caminé con un zombiI walked whit a zombie, de 1943, dirigida por Jacques Tourneur.

Andrés Cisneros leyó este texto en el evento. 

El zombi se ha vuelto más que un eje de afección, un ícono satanizado que, en el marco de la expiación de culpa de la época y se asume como parte integral de la sociedad; el no-vivo, el ente sujeto a su “necesidad” de “tomar” de otros “las ideas” que lo compondrán y lo mantendrán vivo, que es una forma de decir, lo mantendrán dentro del círculo de necesidades planteadas para “vivir” (que no existir) en la vida contemporánea, se vuelve equiparable a un ciudadano estándar.De allí que los requerimientos sociales para ser “económicamente respetable”, son las determinantes, condicionantes generales para nutrir al “vivo-no-vivo” de estímulos que lo hagan sentir solo-vivo. Anoche caminé con un zombi, de Mendoza, es la crisis de una serie de hombres acercándose peligrosamente a los cuarenta, con todo el peso de estas condicionantes. En el umbral de renunciar a su yo incipiente, o de aventurarse y asumir el rol predeterminado por la sociedad. Son todos estos hombres, sintetizados, y transformándose en un fantasma, que al final, al igual que godot o el padre muerto, dejarán esperando a Ella, sola. Igual que ellos esperaron como Osqui, la llegada de lo ido, y aquí un fragmento del diálogo en el cuento Sometime always: p. 66. La fundación del arquetipo masculino de México, a través de los escritores nacionalistas del siglo XIX, entre el ellos Ignacio Manuel Altamirano, con el Zarco, es la figura de un hombre bueno, trabajador, hombre de casa, en contraposición de la figura masculina estadounidense, que es la de un sicario, avisado en imponerse sobre todos, solitario, pero repartidor de la justicia, curiosamente, en vez de polarizarse; ambas figuras se fusionan en el mexicano; y esto a través, no solamente, pero sí principalmente, a través de la música.

Adriana Tafoya, Juan Mendoza, Óscar Escoffié, Andrés Cisneros de la Cruz. 

Ya Tin Tan es una mezcla que figura un pachuco, gandalla, pero gracioso; abusón, pero mártir. Familiar, pero solitario. De igual modo nuestra historia como hombres en los 80 y 90 no es muy distinta, y educados con rolas de Joy Division, The Cure, Bowie, Zappa, etcétera, son las educadoras, y al mismo tiempo formadoras de los ídolos que contextualizan la juventud; con la variable de que la realidad norteamericana, no tiene tanto que ver con la juventud mexicana. ¿En qué deriva este desfase, esta traspolación, esta desencajada situación de sociedad impuesta, y sociedad superviviente? Lo que nos lleva a la pregunta: ¿Quién es el zombi?, pregunta que puede ser medular en el libro que nos entrega Juan Mendoza, ¿quién es el zombi? El cuate que ante la muerte de su padre, se libera; el que abandona en un hotel a la mujer feminista que cumple la venganza de todas las mujeres de todas las épocas escupiéndole su propio semen en la boca. El que sigue al pie de la letra el dicho de todo hoyo es trinchera; el performancero involuntario (benditos los teporochos!, sería la frase); o el que prefiere sexo con un mouse, antes que con una mujer (sea prostituta circunstancial, sea amiga). ¿Quién es el zombi, la mujer que se queda esperando una serenata con una Fender roja, o el hombre que ve pasar la vida con los audífonos puestos?

El soundtrack del libro, con mariachis, boleros, música de Placebo, Fatboy Slim, Las Ultrasónicas, Frank Zappa, acompañado de personajes que a falta de Piporro han sobrevivido en la boca de un piropo vulgar: El Ray, El Ratón, presionando, viviendo en el cerebro de su amigo, acomodados en un sillón, ¡a todo dar!, cómodos, con un trago en la mano, sea tonaya, sea whisky, sea cerveza, contentos, esperando que la fiesta nunca acabe, porque “la vida son la fiestas”, dice alguno de los personajes de este viaje zombi. Y entre tanta soledad, la música, y un deseo de desafanarse de tanto mundo lejano. Renunciar, por qué no, a tanta chatarra que suena bien, pero que no llena. Parece que dentro de este sórdido viaje, el zombi, sea quien sea, intenta regresar a la vida, arrancarse la mueca de hambre del rostro, la necesidad de réplica.Y se asume parte de un mundo en donde es él el resultado natural de todo lo que más odia. Misógino, vulgar, desolado. Más que cínico, desfachatado, se enfrenta a un asunto más grave; nota que algo no cuadra en la narrativa de esta vida. Por eso Juan Mendoza, hace de sus personajes, entes rendidos; derrotados por su entorno. Hombres que nunca brillarán en sociedad, y que por eso, pueden ser otros. Pareciera que el autor de Anoche caminé con un zombi, nos dejara claro en ese título, que eso pasó ayer, un noche atrás, aunque la noche siempre sea joven.

Y que alguna vez caminó entre los muertos. Y que por eso, decidió un día cortarse las venas, como se cortan los tendones que unen al títere con su titiritero. Y eso es la más culero, apunta el autor en uno de los títulos del libro, cuando descubre el radical absurdo en el que vive un hombre en México a principios del Siglo XXI, cuando manifiesta su pensamiento en su carta suicida, que, cito, la p. 54: ¿A quién esperas tú? ¿Te has preguntado si eres un zombi? Si estás esperando que esté texto sea un test para resolverte la duda de si eres un zombi o no, entonces, indudablemente eres un zombi. Si eres un zombi, te recomiendo abiertamente que leas este cuentario, que te ayudará a mirar en otros, el paso al que nos ponen a bailar en la vida. Si hace tiempo que dejaste de ser zombi, igual te lo recomiendo, pues pasarás muy buenas jornadas de risa y acidez, recordando esos tiempos, que ahora parecen ajenos, distantes, como una película vieja, en al que alguna vez participaste.Un reconocimiento a Juan Mendoza, por compartir este viaje al centro del infierno que habita en el corazón de cualquier mexicano. Felicidades.   

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