jueves, 15 de octubre de 2009

Los Alumbrados por Inés Parra

Manuel e Inés Parra.

Cuando pienso en el título del libro de Manuel Becerra me viene de inmediato a la mente la referencia de aquellos alumbrados del siglo XVI, esa secta religiosa española perseguida por la Santa Inquisición por considerarse herética y protestante; estos alumbrados, o también conocidos como iluminatis, creían en el contacto directo con Dios, a través del Espíritu Santo, mediante visiones y experiencias místicas. En el libro Los Alumbrados hay también esa conexión mística con la otredad, con la poesía, todo a través de la música, la luz, y esa rosa que deambula por los versos. Y también, ¿por qué no?, habría que decir que la poesía de Becerra tiene algo de protestante, es una poesía que se sale de los círculos literarios, no oficialista, una poesía que viene del arrabal, de la calle, de la noche, de sentir como la muerte se lleva lo que uno ama.

El primer apartado de este libro se titula La Rosa Por El Fuego, el epígrafe que utiliza Manuel para iniciarlo reza de la siguiente manera: “El destino de los hombres es arrojarle piedras a la rosa” texto de Leopoldo María Panero, y cuánta razón hay en éste, sin embargo, la manera en que prefiere Becerra llevar a cabo este destino “prometeico”, es a través del incendio, de la música; es así como pretende consumir la rosa: ya sea bajo la estrofa de tango, o con las manos y la caricia de su pequeña Grecia.
Cito: ( pág. 22)

Durante la presentación en la Hostería La Bota.


Aquí el poeta renombra, protege a esa rosa cuyo destino es muy corto, es una flor que a pesar de estar muerta luce hermosa y Becerra lo sabe, lo deja ver en sus versos.

Canciones para asesinos está conformado por solo 3 textos, los cuales son sensitivitos, sensualistas en su ritmo,
Cito: (pág25)

Quisiera resaltar cómo en Concierto Lunfardo el lenguaje común comienza a ser un limitante para el poeta, se ve obligado a utilizar la propia jerga de este género, el ritmo, el metro, y la intensión y obra del sarcasmo lúcido:
Cito: (pág33)

En conversaciones con Mariana encontré la inocencia de la niñez, que es ese tigre de mariana escrito en su cuaderno de aire y no ese tigre, de quien bien se ha escrito en nuestras letras mexicanas.

Por último quisiera hablar de Corazón terráqueo, cuando lo leí por primera vez, tengo que confesar que me conmovió tanto que no pude dejar de pensar cómo a cada poeta nos marca la muerte; y los poemas que componen esta parte son eso: el canto a la muerte de un padre , a lo Manrique , a lo Sabines Cito: (pág50)

Qué decir de los poemas de este apartado si aquí el poeta dibuja a su padre, cuando era un niño trabajando en un aserradero, si deja testimonio de esa muerte que un día llegó al hospital a obligarlo a cantar, a escribir sin sosiego el testimonio de su mayor perdida.

Becerra.


Quisiera terminar este breve esbozo diciendo que celebro que en tiempos como estos, poetas como Manuel desnuden el alma, y fuera de poses, dejen ver lo que hay en su interior como un eco de este siglo; ya sean luminosos o oscuros caminos, o las eternas noches de vino. Y sobre todo celebro que este libro este dedicado a sus seres más amados: a la dulce Grecia y sus padres.

México DF, a 9 de septiembre de 2009


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