martes, 16 de abril de 2013

Sandino Bucio, las repeticiones que repudian




 Por Rober Díaz

Podemos jactarnos de ser unos hombres pos-modernos, ¿qué es esto? Solo por ser mínimamente honesto creo que tiene que ver con la indiferencia. Somos pos modernos en toda la medida que esto suponga justificar el cumulo de indiferencias que llenan nuestra cotidianidad ¿Hablo por nosotros?, claro, suponiendo que todo el que habla en nombre de conceptos abstractos y generales habla indirectamente de sí mismo. Sartre (por poner un ejemplo) un existencialista, en mucho de lo que teorizó a la vez de él mismo, influyeron: cargas emotivas, prejuicios, clases sociales, que reflejó un estado de la sociedad en la que habitó. Una sociedad que ya prefiguraba el talón de Aquiles de la posmoderna: la inmovilidad, la desidia, el conformismo que provoca la información múltiple pero vacía, la estabilidad económica que mata de hambre a las minorías y con ello también ataca a la diferencia y que en ese momento se manifestaba como un cambio deslumbrante: en movimientos feministas, las movilizaciones anti-guerra, los movimientos estudiantiles y sin embargo, todas estás luchas y demandas fueron a la postre integradas a las dadivas que el estado ofrecería para nosotros sus ciudadanos y fieles consumidores. El existencialismo, el pensamiento de la escuela de Frankfurt como corrientes filosóficas fueron integradas a los programas que el estado en su versión más acabada entregaría: la democracia y con ella la libertad de expresión, de libre transito y sobre todo: la libertad de elegir entre distintos productos para consumirlos. Estado de varias cabezas que en el mundo decide quienes son los gobiernos viables y quienes al no serlo, significan una amenaza y los ataca.
Solo el hombre es capaz de nombrar a su historia. No ha habido tiempos, sino hombres que coincidieron en ideas que encontraron receptores y reproductores de estás ideas. Nuestro tiempo tiene un déficit generalizado, no de ideas sino de pasiones, nuestro tiempo también tiene ciertas características: ha abandonado los extremos. Porque le han dicho que son malos, porque todo extremo distorsiona la realidad, una realidad que se presenta ya no con las simplezas del pasado, la crueldad del sistema se ha ido agazapando, la cultura de masas ha demostrado su fidelidad a la supervivencia:  la adaptación a todas las circunstancias: opresión silenciosa pero descarada.

Tuve la oportunidad de ver a Sandino Bucio frente a las instalaciones de televisa, recuerdo que pensé en los manifiestos de los Infrarrealistas en 1975 y que aquella continuidad estaba siendo bien representada pues nuestros poetas de la actualidad iban a ser mucho más radicales, al final ya había algo detrás de ellos, poetas y un mito fundacional que iba con todo y por todo en contra del establishment literario, me pregunté al escucharlo ¿la poesía y la política pueden ser una misma cosa? Seguramente no, a la política le falta conciencia para tocar a la poesía, pero la poesía puede transformarse en política cada que quiera y ponerse por encima de ella, para hacer lo que mejor hace: crear belleza desacatando lo establecido… 


En un contexto en el que el estado de lucha es un estado en franca desaparición, en la que los movimientos sociales comienzan para partirse y no multiplicarse sino dividirse hasta anularse, gracias a la creatividad de las agencias de publicidad, las religiones y los discursos políticos dedicados a alabar la fuerza motora del individualismo, el poeta que viene,  no tendrá como única responsabilidad el verso, sino también la ubicación combativa de éste. Los años que vendrán serán una etapa de transición en la que los poetas deberán librar su gran batalla, batalla por la no extinción. La palabra poético comienza a abarcar asegunes que antes creíamos estaban destinadas solo a hablar de los románticos, de los locos bohemios. Poético puede ser la explosión en partes del terrorista, la querencia del joven revolucionario que se va a la selva porque sencillamente la guerrilla urbana, la revolución en las ciudades está por antonomasia perdida, ha sido de muchas formas erradicada. La figura del poeta ha descendido más de lo que creemos al subterfugio de la clandestinidad, se ha fijado dentro de móviles en los que la locura pero sobre todo la imposibilidad son los que cobijan su estancia como una clase de artistas sin un territorio fijo.
La subsistencia de la poesía se dará frente a los medios de comunicación y la estandarización de los conceptos y las palabras. El poeta que deja de ser maestro y sale de las universidades pues el verso también es movimiento pero por encima: acción.
Una poesía que no crea acción en las ideas de las demás personas es una poesía enunciativa, necesaria sí, pero dentro de un contexto con tan poco movimiento y propuesta: atentado contra esos pedazos de sociedad que llegan a las calles a manifestarse.
Yo Soy 132 movimiento sui géneris en muchos sentidos, no solo en su organización interna,  sino en las metas que como movimiento se planteó arrojó nuevas formas de expresión; indudable que la fuerza de las demandas de sus integrantes, la necesidad de su presencia dentro del raquítico panorama de querellas que la sociedad puede pedir a un gobierno en franca descomposición, impulsó, un cambio en el discurso. Hoy presentamos a un poeta, Sandino Bucio, salido del Yo soy 132 que debía repetir para denunciar, que debía enunciar acuciosamente para demostrar el oprobio que los medios de comunicación hacen en consumidores televidentes. La poesía de Bucio sale de los discursos políticos y los contradice, pues aunque busque la esperanza y la acción de sus congéneres en actos llamados a la poesía, no lo hace por el simple cambio social, sino lo hace por el cambio de actitud a quien pretende llegar. La poesía como una acción poética más que como una acción de la belleza. Los versos de Sandino, viajan de la metáfora a la materialidad que insinúa, son pues una enunciación que llama a desobedecer bella y conscientemente.

domingo, 7 de abril de 2013

Desnudarse a través de máscaras: un andar por tiempos posmodernos



Por Alejandro Reyes Juárez


[Ramírez, Athena (2012). Incivil. México,
Versodestierro. Colección Poesía sin permiso.]

Algunos autores plantean que las transformaciones aceleradas de los últimos tiempos han configurado una nueva época: la posmodernidad. Caracterizada por aspectos como la complejidad, la fragmentación de la vida social, la redefinición de tiempo y espacio, la incertidumbre, el caos, el riesgo y la ambivalencia.
En este contexto, los sujetos libres pero atados a los vaivenes del mundo y la vida construyen y reconstruyen de manera continua identidades múltiples, las cuales refieren, según Maffesoli (2004), al hecho, sin esquizofrenia, de que uno puede vivir a través de una multiplicidad de máscaras que uno tiene a su disposición sin que haya nada de esquizoide, sin que haya nada de patológico. O como lo menciona Bauman (2001), al igual que todo lo demás, la imagen de uno mismo se desintegra en una colección de instantáneas.
Los poemas que Athena Ramírez comparte con nosotros en Incivil incorporan una visón de la posmodernidad. No trata de explicar el mundo, porque ese no es propósito de la poesía, pero, la poeta muestra una capacidad de compresión de éste que incorpora en sus textos, los cuales además, quizá como reflejo de eso, asumen el riesgo de la búsqueda y la contingencia para ir más allá de lo convencional y romper con la solemnidad.
La poeta, que se reconstruye constantemente, se mueve por los mundos de la poesía y los mundos cotidianos, muchos de éstos contradictorios; los articula en cada verso para darles coherencia pero, sin desconocer, precisamente, la heterogeneidad que caracteriza al periodo histórico actual y a cada sujeto que nos tocó vivir en él. Esto lo deja claro desde el primer poema, titulado Biografía universal, y sus primeros versos: Vivo en muchas partes/ Soy muchas personas/ Y justo ahora me dedico a estar aquí
Un estar aquí donde la experiencia, llena de contradicciones, se vuelve metáforas para transitar de la luz a la oscuridad; de la fe a su negación; del pesimismo a la utopía; de la comprensión de sí misma al desconocimiento absoluto; del sueño a la hiriente realidad; del ruido al silencio; de la estridencia al ritmo acompasado,  de la armonía a la desolación; de la creación al fin del mundo; de la civilidad a la incivilidad.
De las identidades múltiples y voces diversas que Athena muestra en sus poemas, las contestatarias y rebeldes ocupan un lugar central. El poema que da titulo al libro es un ejemplo de ello. En él capta una civilización desahuciada que va perdiendo el significado, donde: Libertad: esa palabra tan puta/ que se pinta las uñas/ mientras se busca/ en un diccionario/ y se  maquilla de libertina. Y llega a preguntarse ¿Cuándo llegará/ el anhelado fin del mundo?
My Little lord, otro de los poemas contenidos en Incivil,  nos lleva a una guerra que algunos pensaron terminaría pronto, pero que, por el contrario, parece perpetuarse, solo que ahora el silencio amordazado pretende, inútilmente, ocultar el estruendo de las balas y el dolor de un país que se desangra. Vi una mujer de luto vestida/ en miseria, ¡qué digo una,/ he visto a miles!/ Y tú limitándote a vestir a tu mujer de gala/ Padre iracundo, padre espurio/ Tu grito patrio/ provocó el llanto del cielo/ Y no hay plegaria/ que a tus oídos conmueva/ Para que tus ojos/ se encuentren con los de abajo/ Con la desolación de un país/ ávido de un milagro
Así, desde un estar aquí y ahora de la poeta, desde los espacios de la vida cotidiana construye su poesía y transforma la experiencia. En sus poemas cobra sentido lo que Enriqueta Ochoa dijo acerca de que la poesía es un hallazgo de lo insólito en lo cotidiano (…) En el mundo de las vivencias el que mejor configura los símbolos, la magia, las imágenes, la liberación de las palabras concretas.
Al final Athena Ramírez usa diversas máscaras solo para desnudarse; para dejar ver lo que su corazón y mente contienen; mostrarse como es, como lo hace, en uno de su poemas, esa niña eterna que se pasea majestuosa con su vestido de noche dándole sentido a la constelación. Los invito a escuchar con atención lo que sus diversos Yos nos quieren decir en Incivil, su opera prima.
Casa Talavera-UACM, México D.,F., 22 de marzo de 2013

Sobre "Instrucciones para buscar en la niebla"


Por Alejandro Joel Hernández 

   Siempre he creído que presentar el nuevo libro de un poeta amigo, es un acto estúpidamente irresponsable, porque con las limitaciones propias, el presentador termina por alterar, distorsionar y mutilar el trabajo literario, e  intenta abusivamente suplantar al autor, porque prejuzga y predispone, y aun peor, manosea amistosamente la obra poética y el autor sentado en el banquillo de los acusados es incapaz de defenderse de un incompetente abogado de oficio.
Dicho lo anterior y agradeciendo que no sea el objetivo ni la ocasión para entrar en un análisis teórico puro, me instalo entre ustedes como un lector en el umbral, en el umbral de la niebla, como evidencia de una poética que conozco y he compartido.
Hoy quiero hablar de una mujer a la que quiero y respeto, y me complace hablar por supuesto de la poeta y generosa maestra a la que descubro con la misma admiración, una y otra vez, en cada uno de sus versos. Hoy encuentro más poesía y más poeta en este libro y me hace ver con más claridad pero al mismo tiempo cada vez más impenetrable el misterio que la abreva, esa densa niebla en que se mueve, de la que obtiene su fuerza y su fragilidad.
“Los secretos nos abren cajones en el cuerpo:
cajones que cerramos para poder vestirnos
y salir a la calle sin que nadie lo sepa.”
En “INSTRUCCIONES PARA BUSCAR EN LA NIEBLA” Mónica Suárez pone en nuestras manos una obra global y exquisita. La voz que habla en sus poemas abre las ventanas de su noche a su interior y se va abriendo paso a través del espacio emocional que delimita su experiencia, su íntima soledad, donde realiza un balance entre lo hallado y lo perdido.
“Me pesan los cajones abiertos en el cuerpo
que guardan los fragmentos de todo lo que he sido.”
Cada vez que intento descifrar esta soledad que sabe a muerte maniatada, me desarma, me deja mudo, tatuado por el dolor y cuando intento recuperar mis huesos anegados en el miedo, la poesía hecha girones de Mónica regresa para decirme con todo el silencio que envuelve sus palabras, que la vida sólo es una manera de recordar morir:

“Habrá que andar de nuevo
el tiempo. Cruzar sin pies ni manos
la trampa del abismo. Atravesar
como se pueda la herida
de estar vivo.”

La certeza de los recuerdos y sentimientos se aferra firmemente a las palabras, en donde los umbrales se difuminan y la magia y la poeta se fusionan, y surge como consecuencia una condición inevitable y casi fatal de todo vate, la presencia de la necesaria ironía en la poesía, la cual se explica cómo vacío y suplantación cuando se escribe una cosa y se quiere decir algo distinto. Desde luego también queda la elección del silencio, una cualidad virtuosa que tiende a olvidarse, afortunadamente Mónica la utiliza para pulir esa fina artesanía con la pulcritud de la gramática.
“Me deshago en la noche que duerme recostada
en las habitaciones oscuras de mi cuerpo.
¿Cómo decirlo sin herir a la sombra,
que se queda sentada a un lado de la cama,
vigilando mis gestos?”
Qué privilegio tener la oportunidad de presentar “INSTRUCCIONES PARA BUSCAR EN LA NIEBLA” de Mónica Suárez que funde nuestro propio umbral, que define lo particular de esta presentación, que en el fondo no es sino la gran oportunidad de compartir una bella poesía y celebrar a uno de los nuestros.
Cada quien debe buscar en la niebla lo que considere prudente, tal vez algo muy preciado que haya perdido o quizás el propio yo que nunca ha encontrado, por lo pronto yo intentaré seguir las instrucciones que amable y desinteresadamente nos da Mónica:
“Voy a creer que las heridas sanan
con cataplasmas de silencios
y otros lodos,
que las sombras
son sólo fantasma de las cosas
y no de nosotras pedazos perdidos.”
Te queremos Mónica y sabemos que vas a tener el éxito que te mereces.

Casa Talavera, Centro Histórico de la Ciudad de México a 15 de marzo de 2013

Alejandro Joel


Eva en el país de lo cotidiano


Por María Elena Solórzano

El libro “Nada se pierde” de la poeta Eva Castañeda se divide en tres secciones: De aquí, De allá, De otros lugares. Huidobro nos dice: El poeta crea su mundo, es como un Dios que construye y reconstruye. En esta obra hay un aliento de creacionismo y aparecen guiños del estridentismo. Enseres domésticos aparentemente insignificantes condicionan nuestras vidas. Sólo tenemos nuestras diarias vivencias, en nuestra inherente finitud queremos trascender. La perfección no existe, lo impecable en la suavidad y la blancura tampoco existe, la superficie más tersa vista al microscopio tiene grietas. Toda certeza es engañosa, los ojos y los demás sentidos nos dan una realidad algunas veces falsa y miramos lo que no es. De aquí.

Para Eva muchas cosas pasan desapercibidas, pero se detiene a mirar -como toda poeta- el color de las hormigas y a escuchar el canto zigzagueante de las moscas. No sabe de fantasías, sabe de cosas diminutas, pero eso es lo que forma la vida y la realidad está enfrente sin dar respuesta alguna a nuestros problemas existenciales.



Tu amor, mi amor no lo quiso nadie y sólo quedó el reguero de luz, ya no hay amor ni una migaja. Pero hay amores que crecen y no los alcanza la mezquindad ni los eclipsa la rutina.
Eva dice: no me cuentes tu historia, es mi historia. El ruido de los trenes en las vías me dice de otras almas, de otras vidas y tú puedes morir bajo los trenes en la madrugada (por los sueños malogrados).
Y dice Eva
 Que cada día es diferente: el día de hoy tranquilo y te pondrás tu endeble armadura (tu vestido de sueños, alguna flor en el cabello, carmín en los labios y un toque de rubor). De mañana lo cotidiano no te engulle.
Ellos toman el autobús, ella baila un vals en sueños porque en lo cotidiano no hay música . El terremoto terminó con todo, el terremoto les mató el alma. Todos hemos vivido un terremoto y se ha perdido todo, absolutamente todo.

Las cosas cobran vida, caminan y hacen ruido, un abalorio, un símbolo, un signo, una estampita de la Virgen de Guadalupe o de San Judas Tadeo pueden tener gran importancia y los guardas en el saco de tu memoria.
Te encuentras con un mundo desgastado donde todo es sabido y los hechos ya no causan ningún asombro. Ni siquiera el embarazo por violación de una niña de once años.
La blancura lastima, pues nos acostumbramos a nuestras manchas, a nuestras sucias manías y cuando estamos ante la blancura, no tenemos referencias ni siquiera migas para seguir el sinuosos camino que se abre frente a nosotros.
Cuánto luchamos por alcanzar una meta, un bien o un amor, cuando logramos lo anhelado, muchas veces viene el desencanto y ni siquiera hay puentes de esperanza, sólo el laberinto donde nos perdemos pero que a fuerza de recorrerlo ya nos es familiar y cotidiano.
Un paliativo a esta miserable cotidaneidad, es el amor, nada cambia, pero la hace más llevadera “…sigue muriendo irremediablemente, pero algo en mí es menos amargo”.
Tres horas en el tránsito en la Ciudad de México cualquiera desea la muerte, los carros aplastan la voluntad, el buen humor, los sueños, todo…la ciudad ya es inhabitable “…y los carros aplastan pajaritos sin piedad.”
Este es el país de lo cotidiano, a veces vuelve la oscuridad y vuelve una y otra vez la injusticia. “Sé que un puñal, una piedra y una soga no esconden respuestas”

De allá
Eva  se mira en la cuchara porque le da una imagen   deformada pero más rica en contornos y resplandores y recuerdo a Valle Inclán con sus estampas esperpénticas ¡Qué incertidumbre ante lo cotidiano! “Se terminó la leche, el camino a la tienda es tortuoso, niños invisibles me arrojan piedras. Surgen los fantasmas que todos guardamos celosamente pues nos hacen vulnerables.
 El confort  no ha mejorado nuestra vida espiritual. “Afuera todo descuartizado, adentro también, pero hay calefacción…” La cuchara como espejo, el jardín en la colcha.
No estamos tan lejos de la locura ¿Acaso es el poeta un loco? “A las locas mejor portadas les pusieron un jardín con cinco árboles torcidos y fotografías sepias.”
“Ustedes locas, (léase poetas) andan con las cicatrices de fuera,/ enseñan la costra,/ se pegan a las paredes.”   
De otros lugares
Una interpretación de la realidad en la que se siente el desamparo, el dolor de vivir y sin embargo hay esperanza,  Dante dice que el peor castigo para un hombre es perder la esperaza.
“Mira hay un erizo afuera./ Todo el tiempo afuera/ afilando su cuerpo.  Pero adentro algo más suave, -no huesos-, sí armonía, algo que de tan salvaje se queda quietísimo/ Llámalo, tráelo despacio.
Los paraísos falsos se hacen presentes “Tú, penumbra en el retrato, paloma del alcohol y la amapola.”
Esta parte donde la autora maneja un bestiario me remite a las creencias prehispánicas donde se dice que cada ser humano tiene un animal tutelar y que tendrá algunas de sus características.
Mujer elefanta.
Monumental, inmensa, su cuerpo principia en la orilla de una ciudad redonda-/ abarca la hierba y el huracán./ Sabía toca la impaciencia/ y la detiene. Su mano templa.

Mujer cebra
Antigua la mano que dibuja en la carne la raya.
Negra.
Atraviesas el ojo y la pestaña como el animal
Que cruza la montaña.
Llegas.
Tu piel dice: Verbo

Mujer jirafa
Mujer giganta me han llamado,
Se entreabre la tierra
Y sus anillos se acomodan en mi cuello,
Mi cuerpo cruza el desierto, el asfalto
Como flecha erguida.

                                     México, D.F., a 24 de febrero de 2013.



"Legajos" de Alina Hernández


Por Jesús Gómez Morán 



Lo primero que me brinca a la vista en esta plaquette titulada Legajos, es el tono de Alina Hernández, quien evidencia haber superado los posibles titubeos a que todo debut puede conducir, probablemente debido al segundo lugar obtenido en el cuarto Torneo “Poesía en el Cuadrilátero”, dándole tablas y una seguridad en la voz. En cuanto a su contenido, considero que un efectivo acercamiento a todo texto literario se puede llevar a cabo haciéndole preguntas a la obra en cuestión. En el caso de esta ópera prima de Alina cabría preguntarse: ¿por qué “legajos”? El término remite en primer lugar a un asunto de índole legal, quizás jurídico. Sin perder de vista esta circunstancia, a continuación voy a hacer exposición de varios elementos que aparecen en estos poemas y tal vez a partir de ellos se pueda despejar la incógnita.


Dos son los aspectos temáticos dominantes en esta plaquette. Uno sería la dimensión de lo citadino. El otro, que se desprende del anterior, se enfoca a dar cuenta de cómo se vive en la ciudad desde una perspectiva femenina. Me explico: al interior de esta ciudad de México la violencia cotidiana es la misma tanto para hombres como para mujeres, pero hay sin duda una variante en cuanto a género se trata, pues a veces se vuelve especialmente agresiva para las mujeres que la habitan: “Los hombres-sonrisas vieron la piel verde de mis párpados y me regalaron una máscara” enuncia el yo poético en “Días felices”. Dentro de dicha temática, éste es apenas un primer nivel de lectura: hay otro que surge a nivel socio-histórico y la condición nacional es susceptible de expresarse (más allá de un estudio antropológico) en estos términos: “me disfrazaba con trajes de bailarina y cantaba con voz prestada por sonrisas extranjeras”, dice en el mismo poema.
Y todavía existe la posibilidad de plantear un tercer nivel, de carácter psicoanalítico, mismo que podría enlazarse con los dos anteriores, a partir del elemento de la máscara, como sucede en el poema “La mirada de los otros”. En este texto, el título hace pensar no sólo en la tesis de que “el infiernos son los otros”, proclamada por Jean Paul Sartre en A puerta cerrada, sino también en el sentido de que disfraz, voces y hoguera son símbolos de algo que va más allá de una mera fragmentación de personalidad. ¿Quién es la víctima de esa violencia de aceptar esquemas provenientes de fuera, que la obligan a gritar “que soy ellos,/ que soy todos,/ menos yo”? ¿La prostituta aludida en “Moneda para el recuerdo”? ¿La historia patria? ¿La ciudad misma? Me parece que en los tres casos es procedente una respuesta afirmativa.
En suma, mi hipótesis de interpretación se sustenta en decir que estos Legajos conforman una denuncia poética dirigida a los tres aspectos de una realidad enmascarada a chaleco, por más cotidiana que parezca. Y a veces, de tan honda que quiere brotar dicha querella, parece que no alcanza a materializarse: “Yo quería nombrar un árbol,/ sin embargo se ha secado/ en el transcurso de mis labios”. Sin embargo al mismo tiempo hay una voz que se alza con el arrojo suficiente para presentar una línea que fractura este sistema opresivo, una respuesta posible a ese estado de alienación: por más que detrás haya una mirada amenazante, el lúbrico momento de cuerpos y fluidos interpenetrándose referido en “Canción de Mirra” constituye un tiempo y un espacio que opone resistencia a esa realidad enmascarada, nos dice la voz poética, así sea a través del fugaz vaivén del coito, descrito como “una canción de cuna aprisionada entre mis muslos”.
Escritura estremecedora no sólo por sus temas, sino por la apertura enunciativa de su autora, estos Legajos refrendan pues el inmemorial compromiso inherente al ejercicio poético: el de llamar a las cosas por su nombre.