viernes, 16 de octubre de 2009

Presentación de Manuel Becerra por Adriana Tafoya

Alegato de imprenta para el poemario Los Alumbrados, de Manuel Becerra Salazar, Premio Nacional de Literatura Ciudad Ecatepec, Enrique González Rojo Arthur

Andrés Cisneros de la Cruz, Adriana Tafoya, Manuel Becerra e Inés Parra.

Con anterioridad Manuel Becerra Salazar publicó Cantata Castrati, su primer libro, editado por Colibrí en 2004 en versión rústica con un tiro (si no me equivoco de 100 ejemplares), posteriormente en 2006 se reedita en la recién desaparecida Editorial Colibrí, en la colección As de oros con tiraje de mil ejemplares. Es importante la mención de este primer poemario (Cantata Castrati) porque en él se perfila ya el bien aprendido oficio del verso y la necesidad del poeta Becerra por gestarse en la intimidad del erotismo femenino, al igual que el preludio a la reafirmación de un estilo.

En este poemario Los alumbrados laureado por esta ocasión con el premio Enrique González Rojo Arthur 2008, Manuel consolida su buen oficio y efectivamente logra remarcar el perfil de su estilo. Respecto a la temática (que en general no se toma en cuenta ni se le da la debida importancia en la reflexión por presentadores, críticos y opinadores de la poesía, pues sólo aducen a la forma) es importante penetrar este libro, y si es necesario a Becerra, el poeta mismo, para dar al lector algunas pistas o claridades —si se quiere así— sobre estos versos.

Abro cita: “Nos montamos en esos aleteos como trenes/ y en las ganas de cercenar a los hombres, ganas de sacar filo al arco de la viola/ y abrir con amor la garganta del prójimo,/ pero alguien (tal vez una bellísima hija de Dios)/ ya le ha tajado el lomo a la bestia, le ha quitado la quijada, de nuevo, nos la ha dejado caer en el corazón”.

En este poema aparece la primera dama, a la cual nombra como una “bellísima hija de Dios”, posteriormente, aparecerá Helena, y la noche siguiente Grecia, para continuar con una larga lista de musas: Alondra, Libélula, Rosa, Golondrina, Laura, etc.

La inquietud "amorosa" de sus 26 años es evidente en los siguientes versos:

“Buen sitio para encontrarte mago/ y libertino a la vez,/ apareciendo, Señor, en la turquesa de las copas,/ y esfumándote a la mañana siguiente/ cuando nos envías una pantera furiosa y solar/…/Buen sitio para ver tus estrellas ahora puestas/ en las sienes de estas niñas,”

Parroquianos atentos al alegato.

Es aquí tácito, el conocido mito bíblico del animal pecho-tierra que vive bajo la condena de: Nacer, reproducirse, y huir. Y cito aquí un fragmento de la Biblia respecto a esto: “Entre los animales que se desplazan sobre la tierra, éstos os serán inmundos: la comadreja, el ratón y la tortuga, según sus especies; el camaleón, el cocodrilo, el lagarto, la lagartija y el calamón. Estos os serán inmundos de entre todos los animales que se desplazan. Todo el que los toque, estando muertos, quedará impuro hasta el anochecer”, y su relación con lo divino queda en esto manifiesto.

Y ahora cito el canto del poeta: “Bebe el niño, pues ya se acerca lenta,/cual víbora, la noche ciega y larga”. La embriaguez erótica, enigmática, y sobretodo carnal, siempre emparentada con el vino, nos obsequia una poesía de labios, de nalgas, y de húmedos sexos enjoyados, poesía donde su más bello oficio se refleja en los poemas a Grecia y Laura, y sobre todo, en los dulces versos a Mariana.

Cito versos: “¿Qué hace el tigre siendo un universo/ para sí mismo?/ ¿Qué hace la sombra/ tratando de perpetuar, aprisionando en su piel, la lumbre en constante fuga?/ ¿Qué hace Mariana aprisionando al tigre escrito/ en su cuaderno de aire?”

La poesía de Manuel Becerra Salazar refleja al hombre sediento de aventura, de conquista, de con una sola boca poder tragarse al mundo, con la alegría de la semental pluma.
Los alumbrados es grave poema, que para los lectores dejará un enorme ansia de vivir y de disfrutar: “quebrarse entre el espeso alabastro del orgasmo”, pero también, la dulzura de concebirse y reflejarse por primera vez en los ojos de una niña que siempre lo estará esperando.

Adriana Tafoya y Manuel Becerra.

“Se apagarán las luces, Señor, y en el centro de la pista/ aparecerá una de tus enviadas con su piel lavada por la luz,/ sus cabellos de rojo metálico, que me harán pensar/ en tu sangre” … en mi sangre, diría Becerra, carne de mi carne, carne de su carne, porque también, es él carne de las Musas, las mismas Musas de agua que bebe en su poesía.

Retomando la opinión anterior, respecto a la importancia del tema en la poesía, en la exposición no sólo del hallazg0 en el oficio, sino en la profundidad de su esencia, es necesario, como menciona Juan Domingo Argüelles respecto a dos emblemáticos poetas mexicanos: “Sor Juana y Paz encarnan un tipo de poeta que va más allá de su aportación lírica y modela al intelectual a quien nada le es ajeno: ni la religión ni la política; ni la cultura, ni por supuesto la sociedad”(1). Por esto, tanto para el poeta como para el lector, desarrollar un ojo crítico respecto a la poesía actual —no sólo en sus formas, sino en la temática—nos hablará del desarrollo (o si se quiere ver de otro modo) de la evolución del pensamiento escrito: el pensamiento del poeta: a fin de cuentas, qué es lo que propone, lo que entrega como esencia a su lector. Pues, ya bien, a manera de conclusión, como lo dice Enrique González Rojo, “la poesía no sólo nos produce placer estético, sino que nos permite conocer y conocernos”(2).

Felicidades al poeta, por este bello y oficioso libro.

(1)Ayer y hoy en la poesía mexicana. Introducción a Premio Nacional de Poesía Joven de México. Treinta años, por Juan Domingo Argüelles.
(2)González Rojo, Enrique. Reflexiones sobre la poesía. VersodestierrO /El Aduanero Ediciones, 2007.

jueves, 15 de octubre de 2009

Los Alumbrados por Inés Parra

Manuel e Inés Parra.

Cuando pienso en el título del libro de Manuel Becerra me viene de inmediato a la mente la referencia de aquellos alumbrados del siglo XVI, esa secta religiosa española perseguida por la Santa Inquisición por considerarse herética y protestante; estos alumbrados, o también conocidos como iluminatis, creían en el contacto directo con Dios, a través del Espíritu Santo, mediante visiones y experiencias místicas. En el libro Los Alumbrados hay también esa conexión mística con la otredad, con la poesía, todo a través de la música, la luz, y esa rosa que deambula por los versos. Y también, ¿por qué no?, habría que decir que la poesía de Becerra tiene algo de protestante, es una poesía que se sale de los círculos literarios, no oficialista, una poesía que viene del arrabal, de la calle, de la noche, de sentir como la muerte se lleva lo que uno ama.

El primer apartado de este libro se titula La Rosa Por El Fuego, el epígrafe que utiliza Manuel para iniciarlo reza de la siguiente manera: “El destino de los hombres es arrojarle piedras a la rosa” texto de Leopoldo María Panero, y cuánta razón hay en éste, sin embargo, la manera en que prefiere Becerra llevar a cabo este destino “prometeico”, es a través del incendio, de la música; es así como pretende consumir la rosa: ya sea bajo la estrofa de tango, o con las manos y la caricia de su pequeña Grecia.
Cito: ( pág. 22)

Durante la presentación en la Hostería La Bota.


Aquí el poeta renombra, protege a esa rosa cuyo destino es muy corto, es una flor que a pesar de estar muerta luce hermosa y Becerra lo sabe, lo deja ver en sus versos.

Canciones para asesinos está conformado por solo 3 textos, los cuales son sensitivitos, sensualistas en su ritmo,
Cito: (pág25)

Quisiera resaltar cómo en Concierto Lunfardo el lenguaje común comienza a ser un limitante para el poeta, se ve obligado a utilizar la propia jerga de este género, el ritmo, el metro, y la intensión y obra del sarcasmo lúcido:
Cito: (pág33)

En conversaciones con Mariana encontré la inocencia de la niñez, que es ese tigre de mariana escrito en su cuaderno de aire y no ese tigre, de quien bien se ha escrito en nuestras letras mexicanas.

Por último quisiera hablar de Corazón terráqueo, cuando lo leí por primera vez, tengo que confesar que me conmovió tanto que no pude dejar de pensar cómo a cada poeta nos marca la muerte; y los poemas que componen esta parte son eso: el canto a la muerte de un padre , a lo Manrique , a lo Sabines Cito: (pág50)

Qué decir de los poemas de este apartado si aquí el poeta dibuja a su padre, cuando era un niño trabajando en un aserradero, si deja testimonio de esa muerte que un día llegó al hospital a obligarlo a cantar, a escribir sin sosiego el testimonio de su mayor perdida.

Becerra.


Quisiera terminar este breve esbozo diciendo que celebro que en tiempos como estos, poetas como Manuel desnuden el alma, y fuera de poses, dejen ver lo que hay en su interior como un eco de este siglo; ya sean luminosos o oscuros caminos, o las eternas noches de vino. Y sobre todo celebro que este libro este dedicado a sus seres más amados: a la dulce Grecia y sus padres.

México DF, a 9 de septiembre de 2009