sábado, 7 de marzo de 2009

Pequeños apuntes para la sangre de Ian Soriano


Por Estephani Granda Lamadrid
Reseña de "Explotó todo el aroma de la sangre", opera prima de Ian Soriano.

Un hombre sale de su casa, camina, piensa “yo no necesito alegría, necesito olvido”, transborda el metro. Una señora conduce, atraviesa la ciudad, dice “por eso yo sólo he podido tocar el dolor, pues todo lo demás han sido caricias”. Alguno se ha trasladado desde una urbe, municipio o delegación lejana y confiesa “porque yo no soy un hombre, ha sido la mujer quien me lo ha hecho creer, pero no lo soy, ¡No soy un hombre!, soy un animal, una máquina”. Quizá alguien cruza la calle, éste o el otro pasillo. Alguien escucha desde las paredes, mientras hojea un libro, una revista y siente que “al final, después del derrumbe, lo único que queda del amor son los buenos deseos para el amado” Alguien pasó por casualidad, estaba cansado y decidió sentarse porque “cree haber vivido ya todo, y sin embargo, no ha encontrado nada aún”.

Si se identificó con algo de esto, seguro este libro es para usted.

*
Estamos todos aquí porque de algún modo creemos que la poesía no es inútil. Y por eso, esta tarde, les compartiré unas breves notas que surgieron después de la lectura del libro Explotó todo el aroma de la sangre, de Ian Soriano.

*
Alguien se preguntará: ¿otro libro de poesía? ¿Para qué de poesía, si ni le entiendo?
Si lo meditamos un momento, todos en este recinto, alguna vez hemos escrito algo como un poema. Es decir, que un día algo por dentro nos inquietó, y quisimos escribir con palabras bonitas, y sentíamos angustia porque no salía lo que queríamos decir. Esto es lo que nos acerca al poema: que determinado dolor en nuestro corazón, sangra también en el corazón del poeta, y que sea precisamente el poeta quien nos haga volver hacia nosotros mismos y confirmarlo.
Claro que hay poemas mayúsculos, poetas que hacen artificios lingüísticos incomprensibles que se pierden en el olvido (pero este, afortunadamente, no es el caso.) O creen que la poesía es mentir, crear algo a través de engaños. No amigos, La poesía, mediante el poema es desnudar a la mentira de todos los días. No es arriesgado decir que la poesía es el género más transparente: el poeta debe ser sincero.

*
Por otro lado, un poema aspira a la lectura: si el poema carece de la fuerza necesaria para retener entre sus páginas al actual lector, acostumbrado a las pantallas de TV y monitores computadoras, difícilmente habrá una segunda oportunidad.
Es por eso que cuando se lee un poema, debería de pasar algo. El poeta nos conmueve, nos duele su dolor, nos da tirones de huesos y sentimos, a veces, un estremecimiento. O es eso, o no pasa nada.

*
Es difícil hablar por partes de este libro que me ha resultado muy afilado. Violenta nuestra conformidad, la tranquilidad de la nada. Hace desfilar por sus páginas un sinnúmero de personajes que conocemos, y quizá seamos:
Los moribundos, los tristes, los solos, los humanos, los que exageran las pasiones: el egoísmo, los que renuncian a la vida. Hombres y mujeres deformados por su condición terrenal, frente a la supuesta omnipresencia divina, no tolera la ausencia, el desamparo.
Es la decepción en los rieles de este libro. La esperanza no se desvanece durante el trayecto, a pesar del pesimismo, se vuelve resignación:

“Mientras no floten los remos del arca humana:
sólo en mi cripta voy a fingir un orden y una mudez
a mí sólo me enmudecerán mis gritos. Espero la caída
del último fusil y la última rama”

El poeta es directo, afirma, grita, reclama. Es su dolor el que se está cantando, es el aroma de la sangre entre las páginas. Maldice. Necesita el olvido, necesita llorar y recordar lo que ha perdido, quizá lo que nunca tuvo.
Es un viaje a través de la conciencia humana, de la condición humana. Parece renunciar a la vida de ahora, exige la de antes. Qué regrese lo perdido o se pierda la memoria. Línea a línea, las palabras toman direcciones que lo mismo te obligan a detener la lectura para pensar un rato esta lluvia de verdades, o por el contrario, te apresura a terminar todo el poema para decir:

“Es la misma maldición la de los océanos que la de las horas
ambos destinados a separar”

*
Dice el poeta al inicio de la sección No ser una brillante roca

“la vida era una cirugía a corazón abierto, sin anestesia.
Una hemorragia de soledad”

Más adelante continua:

“El único temor que me causa la muerte es que se parezca a la vida,
porque lo trágico no es abandonar el mundo,
sino abandonarlo estando en él,
y en mis días más tristes,
el mundo es como la madre posesiva
que no desprecia a su hijo moribundo”

Un fragmento de la segunda parte, denominada Mi barrio es el Cosmos muestra una serie de bellas imágenes que enternecen:

“Mis ojos son testigos de que cada lágrima del infinito se deforma
y cada una es más fuerte que los esqueletos que las conmueven
¡Tantas hojas secas entre tantos corazones secos que pisamos!
¿Por qué no bajan los árboles a rezar conmigo?”

Quizá este sea el secreto que esconde Ian Soriano tras su libro: hay un ser que observa, que tiene el poder de observar, toma en serio su oficio de poeta, deja por escrito una memoria que pocos pueden perpetuar del mismo modo. Son los ciclos de la vida y de la muerte, los de la mujer y el hombre en uno mismo, es Dios y el hombre quienes se dibujan con polvo y sangre, piedras que mejor debieran nunca brillar, o negar su presencia. Asevera que la imperfección es vital en todos los seres: en los humanos, y mejor aún: que tiene un origen divino.
*
Encontramos dos secciones en este libro. La primera parte es un poema muy extenso. Incluso una lectura rápida nos puede conducir a catalogar a este texto como un ensayo, pues expone, como he mencionado anteriormente, temas que giran en torno al ser humano como especie, el yo, desde la angustia y la inconformidad frente al mundo, que pese a mencionar objetos cotidianos, desconoce. Pero percibimos fácilmente la esencia poética en versos como estos:

“Se siente bien llorar a la mitad del mes de abril, el día de una quema de flores en cada esquina durante el cumpleaños de la muerte. Se siente bien escuchar a una murga furiosa contemplar, en su armonía, a una muchedumbre más furiosa. Se siente bien caminar entre las calles donde no se ha sufrido, bajo una lluvia de junio a los dieciséis años, cuando las gotas caen en forma de esperanza: la lluvia puede hacer agazapar a las almas, tanto o más que a las cabezas. Se siente bien escuchar el fin del mundo debajo de los puentes de las autopistas, oler florerías. Se siente bien un beso en la frente”

Además, el uso de signos que son bien conocidos, elementos de fe: Dios, el Diablo: la lucha entre ellos, los ángeles huérfanos, el primer hombre en la tierra. La negación a la vida. Una especie de evolución filosófica que termina por aceptar su sentido vital, pero que no por ello renuncia a su valor del yo. Aunque yo, tal vez ya no quiera ser yo.

*
La segunda parte es un poema que fluye entre los versos y la prosa poética. Esta parte es más conmovedora que la primera, pues aparte de emplear más imágenes y metáforas, nos evoca un catálogo de sensaciones, no sólo por los elementos naturales que aparecen, sino por las precisiones. Si la primera parte es el dolor, la segunda parte es la herida abierta: no hay modo de llevarse la orfandad, el vacío. ¿Cuál es el hogar entonces, de dónde viene? ¿A quién enviamos la queja?

Es fácil crear un vínculo entre Explotó todo el aroma de la sangre y el lector, que no es otra cosa que el reconocimiento de uno mismo, dentro de las líneas que reconfiguran significados y significantes según nuestra experiencia vital. En este sentido la poesía no informa, más bien, significa, es cuestión de interpretar.
Y si al terminar de leer este libro, poema, o una línea, nuestra visión del mundo o nuestra percepción cambia, entonces, el poema ha trascendido, y nosotros con él.

“Después de todo —dice el poeta— se trata de nombrar a las cosas para que signifiquen algo,
de crear paraísos semejantes a lo que muestra la vida”

Muchas felicitaciones para Ian Soriano, por su más reciente libro.